La bicicleta siempre está vigente. No importan cuántos modelos de carros se fabriquen y las nuevas tecnologías que los acompañen, la bicicleta siempre será como opción como medio de transporte y recreación.
No solamente está asociada a los primeros recuerdos de cada persona, a aquellos años de la infancia en la que se presentaba como uno de los primeros desafíos para adquirir experticia a través de la coordinación motora, el equilibrio y la concentración, sino que también es una opción idónea para ejercitar el cuerpo.
Manejar bicicleta es una de las mejores formas de realizar ejercicios cardiovasculares, además de tonificar los músculos, mejorar la respiración y disminuir los niveles de colesterol. La bicicleta exige tantas partes del cuerpo en funcionamiento para lograr el movimiento, que es ideal para incrementar la coordinación motriz y disminuir el peso corporal.
Además, este ejercicio –como muchos otros de exigencia física– ayuda a disminuir el estrés y por consiguiente quien lo practica tiende a tener un mejor estado de ánimo. También está recomendado para coadyuvar al combate de la artrosis al reforzar ligamentos y tendones, así como mejorar las articulaciones. Por si fuera poco, la bicicleta no representa solo una posibilidad para mejorar la salud. Su uso también es beneficioso para el medio ambiente. En varias ciudades desarrolladas y con planificado urbanismo, es incentivado el uso de este vehículo como alternativa a aquellos que funcionan con motor de gasolina.
La idea no es solo descongestionar las grandes calles, avenidas y autopistas, sino que también reducir los niveles de monóxido de carbono proveniente de la combustión de los carros, motos, buses y camiones. Esto a su vez favorece a la salud de los habitantes, quienes ven reducida la cantidad de elementos tóxicos que entran a su organismo a través del sistema respiratorio.
No hay dudas. La bicicleta es idónea para ejercitar el cuerpo, evitar el estrés, mejorar el estado de ánimo, y a la vez, cuidar el ambiente del lugar en el que se vive y evitar las largas colas producto del masivo uso del automóvil; lo que conlleva también al ahorro, pues se evita tener que pagar dinero por combustible, estacionamientos y pasajes en medios de transporte público.
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